En los pensamientos sobre el concepto de suma qamaña (vivir bien) aquí en Bolivia, se menciona con frecuencia la ética que emana de la relación madre-hijo. Esto es porque un componente importante de suma qamaña es el vivir en armonía con la naturaleza, y la figura central de la naturaleza es la pachamama (madre tierra), así que los esfuerzos para pensar la relación hombre-naturaleza naturalmente llega a enfatizar la ética del hijo hacia su mamá. Un ejemplo típico de este argumento se puede encontrar en los escritos del filósofo boliviano Rafael Bautista.
Pero este argumento, ¿no es excesivamente masculino en su conceptulización? Si tomamos en cuenta las formas anteriores de la cultura andina, en muchas ocasiones las mujeres y los hombres operaban en ámbitos paralelos, tanto en los aspectos del parentesco como los religiosos.
(Un trabajo importante en este tema es Irene Silverblatt. 1990. Luna, sol y brujas. Género y clases en los Andes prehispánicos y coloniales. Cusco: Centro Bartolomé de Las Casas.)
Según este enfoque, siempre las mujeres tenían una relación privilegiada con la pachamama, aún cuando los hombres también la veneraban con ofrendas. Si es así, ¿no es la relación hija-madre que tendría que ser privilegiada para reflexionar sobre el tema? Y aún más, debe haber una línea paralela (masculino/feminino) de pensamiento y reflexión en todos los ámbitos de suma qamaña. ¿Nuestros debates estarían tomando en cuenta estas conclusiones importantes de la antropología andina?
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